Como parte de la estrecha colaboración entre el Instituto Italiano de Cultura de Córdoba y la Facultad de Arquitectura y Diseño Industrial de la Universidad Nacional de Córdoba, del 5 al 7 de marzo de 2020 se organiza un simposio sobre la figura y la obra de Augusto Cesare Ferrari (1871-1970), notable pintor y arquitecto que dejó una marca profunda en la ciudad de Córdoba y los pueblos del interior. De hecho, son suyas importantes obras arquitectónicas como la Basílica de San Francisco en Córdoba, la monumental iglesia de Unquillo, la Capilla y el «Colegio de las Hermanas de la Merced», la iglesia de Villa Allende, así como una docena de hermosas casas, entre las cuales están «La Cigarra» (La Cicala) y «El Castillo».
El evento tiene lugar en el Centro de Estudios e Investigación sobre Cultura y Sociedad (CIECS) de la Universidad Nacional de Córdoba y CONICET y es coordinado por el Arq. Horacio Gnemmi Bohogú del CIECS-CONICET.
Augusto Cesare Ferrari nació el 31 de agosto de 1871 en San Possidonio, cerca de Módena. Hijo de un enólogo, estudió arquitectura en la Universidad de Génova pero, recién graduado, en 1892, se fue a Turín para ingresar a la Academia Albertina y luego completó su formación en el Estudio de Estilos Antiguos y Modernos en el Museo Industrial que Forma parte del Politécnico de Turín.
Antes del estallido de la Gran Guerra, Augusto llega a Buenos Aires para exhibir algunas de sus obras. La crisis económica arruinó sus planes, pero decidió quedarse y probar suerte en América de todos modos. El obispo Romero le presenta a la viuda de Emilio Mitre, quien, en ese momento, estaba inaugurando la Capilla del Rostro Divino en el Parque Centenario de Buenos Aires. Ferrari ofrece decorar la cúpula y los interiores de forma gratuita (desechando el aceite por el costo y en su lugar eligiendo el blanco y negro del graffiti bituminoso). El trabajo vale la pena. No solo conoce a la directora de la escuela secundaria cercana, la joven Susana del Pardo con quien se casó en 1916, sino que, desde entonces, las recomendaciones se dan continuamente, como la Batalla de Tucumán y la de Salta. Paralelamente, realizó numerosos retratos de la sociedad «porteña» y profundizó su relación con Monseñor De Andrea, quien le encargó la renovación y decoración de la Iglesia de San Miguel.
Con lo que había ahorrado, Augusto parte en 1922 a Europa con su familia, donde se dedicó hasta 1926 a pintar. En Venecia pintó numerosas vistas de la ciudad y el fin de sus ahorros decretó su regreso a Buenos Aires, donde murió en 1970.
Reserva no disponible